domingo, 5 de abril de 2009

Rosario, marzo de 2009

Tribuna Introspecciones de RICARDO MARCONI

EL TEMOR DE RESBALAR HACIA LA GUERRA TERMONUCLEAR (Parte I)


Las fuerzas armadas de Occidente no han creído suficientemente en el poder disuasorio de las armas convencionales para repeler la agresión potencial de países del este y del Medio Oriente.

Ello tiene una explicación relacionada con la falta de unidad política, militar y económica del Occidente, a lo que debe agregarse los esfuerzos por evitar la militarización de la sociedad y la tecnología, así como de las ciencias en tiempos de paz, los reducidos valores cuantitativos de los ejércitos occidentales y la decisión, por estos días, de incrementar el número de efectivos en China.

El terror al desarrollo nuclear mutuo ha frenado parcialmente la marcha de los acontecimientos durante un limitado período, pero actualmente han comenzado a multiplicarse acciones que implican una escalada creciente de enfrentamientos diplomáticos que podrían desencadenar conflictos con armas no convencionales, las que deben estar encuadradas en un marco de paridad estratégica.

Sólo puede ser restaurada la paridad estratégica que nos ocupa si se invierten recursos económicos importantes –lo que es de difícil aplicación hoy por hoy, debido a la crisis mundial que se soporta- o mediante la generación de un cambio esencial en la atmósfera psicológica mundial para prevenir una guerra nuclear limitada y la guerra en los parámetros por todos conocida en virtud del uso de armas convencionales.

Interrogantes
Me pregunto si los políticos que componen las cúpulas gubernamentales de los gobiernos de occidente serán capaces de llevar a cabo esa reestructuración. ¿La prensa, los analistas militares, los científicos los ayudarán a en vez de poner trabas?. De ello depende nada menos que la oportunidad de que Occidente lleve adelante una política de armas nucleares que evite el riesgo de una guerra nuclear.

Andrei Sakharov en su carta abierta al doctor Sydney Drell le señaló cuando nacía en Argentina el período democrático de 1983, que “Una reestructuración estratégica sólo podría llevarse a cabo de una manera gradual para evitar una pérdida de paridad en algunas de las etapas intermedias”.

Sin embargo la realidad en el 2009 va por caminos decididamente opuestos: El gobierno ruso ya le hizo saber a la inteligencia norteamericana que incrementará sus efectivos militares y que no detendrá su desarrollo armamentístico nuclear, no preocupándose por trabajar en el área sólo en el criterio de lograr un elemento disuasivo confiable, ya que considera esta última hipótesis como poco realista.

La cuestión central pasa, en ese sentido, -aunque ninguna potencia lo diga públicamente- por el número total de vehículos de lanzamiento de cargas nucleares capaces de ser disparadas por un determinado tipo de misil, con la correspondiente división de peso utilizable.

El discípulo de Sydney Drell, Kent Wisner, en su oportunidad, tomó el criterio de tomar en cuenta vehículos de lanzamiento diversos con asignación de diferentes factores de peso tanto para misiles yanquis y rusos que implican la determinación de cargas, en contraposición a los criterios basados en la potencia de la carga explosiva, dato que no se da nunca a conocer oficialmente.

El factor disuasivo


Quien esto escribe ha pensado reiteradamente en los escenarios de conflicto nuclear y se ha preguntado si sólo los que deciden en último término la aplicación de la devastación atómica, aplican en su resolución el concepto de lograr un factor disuasivo confiable o se limitan a asestar un golpe destructivo total, sin miramientos de ningún tipo, aunque ello implique, quizás, una situación irrecuperable para el planeta y obviamente para sí mismos.

La diferencia agresiva, llegado a este nivel, radica en la utilización de misiles con ojivas múltiples que destruyan silos enemigos a la vez y a partir de un solo disparo.

Que una guerra nuclear total equivale a un suicidio colectivo implica que un agresor potencial cuente con que al país atacado le faltarían agallas para dar el golpe que conduzca al suicidio. En otras palabras, el agresor contaría con que la víctima capitulará para salvar lo que pudiese. De esto se infiere que si el agresor posee una ventaja militar en alguna de las variantes de la guerra convencional o de la guerra nuclear limitada, intentaría esgrimir el miedo a una escalada mayor para obligar al enemigo a combatir bajo las condiciones que él le fije.

Sin el agresor falla en sus cálculos y el país atacante pereciera junto con el resto de la humanidad, había muy pocos motivos para pesar en algún tipo de salvación.

En definitiva, mientras haya armas nucleares, será igualmente necesario establecer una paridad estratégica con respecto a aquellas variantes de una guerra nuclear limitada o regional, que podría imponer un enemigo potencial. Es imprescindible entonces, en esos términos, examinar con minuciosidad los diferentes escenarios de una guerra convencional, de una nuclear y analizar sus contingencias.

El tema da para más y los seguiremos examinando en el devenir de nuestras introspecciones. -

Fin Parte 1

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