61 años después
El 23 de septiembre de 1947 fue promulgada la Ley del Voto Femenino. Impulsada por Eva Duarte de Perón, fue la culminación exitosa del trabajo de cientos de mujeres –socialistas, comunistas, radicales y justicialistas– que lucharon para que sus congéneres accedieran a este derecho que hoy ya es parte de nuestras vidas. En esta nota, la historia de dos mujeres que “votaron por primera vez en las elecciones en las que por primera vez votaron las mujeres”.Mujeres de mi Patria, recibo en este instante, de manos del Gobierno de la Nación, la ley que consagra nuestros derechos cívicos. Y la recibo ante nosotras, con la certeza de que lo hago en nombre y representación de todas las mujeres argentinas”. Con estas palabras, Eva Duarte de Perón anunciaba que las argentinas adquirían el derecho de expresarse en las urnas por primera vez. El 23 de septiembre de 1947 fue promulgada la denominada Ley del Voto Femenino (número 13.010), que se puso en práctica en las elecciones del 11 de noviembre de 1951, en la que votaron 3.816.654 mujeres (el 63,9 % lo hizo por el Partido Justicialista, el 30,8 % por la Unión Cívica Radical). Más adelante, en 1952, las primeras 23 diputadas y senadoras ocuparon sus bancas, representando al Partido Justicialista. “Evita tuvo un rol fundamental porque movió a miles de mujeres a que quisieran votar y poder ser elegidas. Ella instaló ese concepto de la lucha por los derechos y promovió que las mujeres tuvieran voz propia”, asegura la arquitecta Cristina Alvarez Rodríguez, presidenta del Instituto de Investigaciones Históricas Eva Perón. “Pero ella no fue la única. Antes hubo otras, como Julieta Lanteri, Alicia Moreau de Justo, Elvira Rawson, Carolina Muzzilli, Victoria Ocampo o Delia Parodi”, enumera.
La vida por Evita
Blanca Ibarlucía tenía apenas 14 años cuando se sentaba a espiar a su padre, Salvador, detrás de una puerta de la sala de reuniones a las que ella tenía terminantemente prohibido ingresar. Allí, él discutía con un grupo de mujeres socialistas que hablaban tan fuerte como lo hacían los varones. “Yo quería ser como ellas”, recuerda hoy Blanca (84). A aquellas reuniones también iban hombres del socialismo como Juan Bautista Justo, más conocido como Justo El Bueno, o el mítico Alfredo Palacios. “Tenía los bigotes teñidos –recuerda–. Era muy seductor, le hacía guiños a mi abuelita, pero ella los rechazaba”. Su madre, Ana, sólo se encargaba de hacer el café y preparaba las masitas. Blanca escuchaba atentamente, sin imaginar que alguna vez las mujeres podrían acceder a los mismos espacios que los hombres. “Cuando le dije a mi padre que quería estudiar medicina, no me dejó. Me dijo que ésa no era una profesión para la mujer, que sólo tenía que prepararse para ser buena madre y esposa fiel. Y si quería trabajar de algo, podía ser docente. Para mí empezó a ser un drama muy grande”, rememora Blanca, la única mujer entre tres hermanos varones, que no tardó en abrazar la causa peronista. El 17 de octubre del 1945 la marcó para siempre. “Veía pasar a la gente desde el balcón yendo a la plaza. Me encantaba ver el aluvión zoológico, como les decían a los pobres que iban a la plaza en aquel entonces. Perón tomó conciencia de lo importante que era la mujer para la política. Y si todo eso fue o no una estrategia política… yo igual lo aplaudo”, afirma convencida. Pero a Blanca –casada y divorciada en dos oportunidades– se le iluminan más los ojos al hablar de Evita. “En esa época se decía que el hombre te hacía mujer. Pero a mí me hizo mujer Evita. Había una consigna de que las mujeres no estábamos capacitadas para votar. Pero Evita empezó a dirigirse a nosotras, era la primera vez que nos pasaba, y nos decía que teníamos derechos. Entonces, cuando salió la posibilidad de que las mujeres pudiéramos elegir y ser elegidas, salimos a la calle pidiendo el voto ya. Estuvimos cuatro días en la calle antes de que se sancionara la ley, el 23 de septiembre del ‘47”, explica Blanca, intentando precisar cada detalle de la sesión a la que ella asistió y en la que, finalmente, se decidió a favor del voto femenino. “Los hombres decían que las mujeres no estábamos capacitadas, que íbamos a votar lo que nos dijeran el marido, el padre o el novio. Pero lo más ridículo era que decían que la mujer no podía ir a votar porque tenía todos los meses ¡un impedimento biológico!”. Blanca tenía 29 años cuando votó por primera vez. “Me temblaban las piernas, era una emoción muy grande –recuerda–. Algunas mujeres que eran más de pueblo no entendían por qué el cuarto oscuro estaba iluminado, y a otras les costaba entender el carácter secreto del voto”.
Blanca se autodefine como “una feminista” y aclara: “Hoy es una mala palabra, pero yo apoyo el feminismo que rescata, solidifica y enaltece las condiciones de la mujer. Como decía Evita, el feminismo tiene que ser la exaltación de las condiciones femeninas y no significa disfrazarse de varones, algo que siguen haciendo muchas mujeres en la política de hoy”. Actualmente sigue trabajando en la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires, en el área de Justicia Social. “Mi hija me dice que deje de trabajar, pero yo no sabría qué hacer… Este es un país al que se lo destruyó mucho, pero creo que ahora estamos en un cambio positivo de la historia. El país está resurgiendo de sus cenizas. Y en cuanto a las mujeres, tenemos que armar grupos de apoyo más allá de las diferencias que podamos tener. Debemos resaltar las cosas que nos unen y no las diferencias, porque creo que es la única forma de demostrar que las mujeres somos capaces de construir nuevas formas de poder ”.
Debut y candidatura
Fanny Edelman se afilió al Partido Comunista en 1934, cuando tenía tan sólo 23 años. “Me incorporé a una actividad que se llamaba Socorro Rojo Internacional, una organización solidaria con los presos políticos y gremiales del mundo entero. En la Argentina de los años ‘30 se creó una sede local que luchaba contra las persecución de los trabajadores anarquistas y comunistas”, empieza recordando Fanny, quien hoy, a los 96, ya lleva 71 años afiliada al partido. Recorrió los penales de Devoto, Neuquén y la isla Martín García, visitando a los presos políticos. Por entonces, ni siquiera imaginaba la posibilidad de poder hacer muchas más cosas con su vida. “Como yo tenía dos hermanos menores, ellos eran los que debían estudiar y yo, naturalmente, me tenía que quedar en la casa haciendo las labores domésticas. Entonces no pude hacer la escuela secundaria y mucho menos estudiar medicina, que era mi gran vocación. Pero fui una muy buena autodidacta. A través de los libros de mi padre, Felipe, que era un gran lector, leí mucho”. Una de sus temáticas favoritas: la mujer y sus derechos, como el de sufragar. “Las primeras en impulsarlo fueron las mujeres socialistas. Nosotros, desde el Partido Comunista, veníamos peleando desde hacía mucho tiempo por el voto femenino. Se hizo prácticamente desde su fundación en 1918, donde ya se planteaba la igualdad absoluta de varones y mujeres en todo los aspectos de la vida”, indica, y recuerda la memorable jornada del 11 de noviembre de 1951. “Hubo una gran presencia de mujeres. ¡Fuimos más del 90 %! Muchas conocíamos el procedimiento porque en las elecciones pasadas habíamos estado colaborando con las mesas electorales de nuestro partido”, asevera levantando el dedo índice de su mano derecha. Para ella fue una doble satisfacción porque, además de votar por primera vez, también fue candidata. “Me postulé a senadora… Y, como saben, perdimos por una gran diferencia –bromea–. La propuesta de Eva Perón de concederles el voto a las mujeres era la culminación de un proceso del que muchas mujeres de varios partidos participamos. Nuestro trabajo y nuestra lucha habían llegado a buen término y considerábamos que no era un regalo del partido peronista. A nuestro juicio, la ley de voto femenino de Evita respondía también a intereses políticos”. Para Fanny, la historia del voto femenino es un capítulo aparte de otra historia, la de la creciente participación de la mujer en la vida política del país. “La historia está escrita por los varones y la mujer siempre ha sido invisibilizada, aún cuando hubo una participación impresionante de ellas en acontecimientos del siglo XX como la revolución rusa, la china, la cubana y el proceso de descolonización de Africa”, afirma esta mujer que en 1947 participó del movimiento Unión de Mujeres de la Argentina, que luego se adhirió a la Federación Democrática Internacional de Mujeres, donde actuó como secretaria general. “Esto me permitió recorrer Asia, Africa, Europa y América Latina, y en ese periplo pude percibir el papel extraordinario de las mujeres por sus derechos y en la lucha por la libertad de su pueblos”. Ella también sigue trabajando como voluntaria en las Casas de Amistad Argentino-Cubanas, y sigue pensando como una mujer ciento por ciento política. “Seguimos viviendo de acuerdo con una política que no favorece a la gran mayoría de nuestro pueblo, sino que mantiene la pobreza y la indigencia. ¿Y se puede hablar de igualdad cuando tenemos 10 millones de pobres?”.
Dos mujeres. Dos historias de vida ejemplares que forman parte de las primeras páginas de la historia del voto femenino. De la historia del país y de todas las argentinas.
Agustín Gallardo
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