domingo, 21 de septiembre de 2008

Tribuna Introspecciones - El espacio de Ricardo Marconi
General Juan José Valle

René Balestra

“ YO JUSTIFIQUÉ EL FUSILAMIENTO DE VALLE”

“Cuando uno describe un momento determinado no bastan los documentos. El clima que se vive y el estado colectivo es algo que en general se diluye y no quedan nada más que los testimonios materiales que no siempre pueden recomponer el clima”.
Ortega y Gasset

“La gente no se animó a decir ciertas cosas con la revolución del 55 y el levantamiento de Valle en el 56. Hay que entender lo que sucedió inmediatamente antes del proceso revolucionario en Buenos Aires y en Rosario con ese general y su segundo: Tanco. Había muchos canales de comunicación obturados”, inició la entrevista, en su habitual tono de profesor universitario René Balestra.

Enfundado mi interlocutor en su traje gris liso -con corbata al tono y su camisa blanca, tan blanca que parecía almidonada-, en su despacho de la presidencia de una fundación rosarina se apoltronó en su sillón. Se recostó aún más, reclinó su cabeza entrecana hacia atrás y disparó: “La revolución y el clima del 55 era un poco la revancha y cuando se habla de la asonada de Valle y Tanco, se pretendió embellecerlo queriendo unir esa acción militar al restablecimiento de la República conculcada”.

Modificó nuevamente su postura, al parecer incómoda y nerviosa en el asiento, cruzó las piernas, - se notaron sus zapatos negros lustrados hasta la obsesión- tomó una copa de agua y prosiguió: “El levantamiento contra un hombre como Perón, de enorme popularidad había que entenderlo viendo lo que sucedía en cuba con Castro o en países africanos con Idi Amín Dadá. Algo parecido sucedió en el país”.

Imprevistamente me miró a los ojos, levantó luego la vista hacia el techo blanco como si buscara una mosca patas para arriba, sosteniéndse con sus patas peludas contra la ley de gravedad y continuó con sus recuerdos: “el que era peronista sintió el levantamiento como una rehabilitación y el antiperonista como un mecanismo subversivo de alguien que quería volver las cosas a su situación original”.

De pronto se abrió la puerta del despacho y la secretaria utilizó la frase clásica y previamente acordada para los casos en que hay que forzar la despedida del visitante: “doctor -dijo mientras acomodaba sus lentes- la gente lo espera para la reunión”. Balestra asientió y acotó el consabido “gracias”, tras lo cual, manteniendo su habitual expresión doctoral agrega:“Mucha gente no consideró adecuado el fusilamiento de Valle. Se tomó en ese tiempo como una especie de magnicidio”.

La memoria de Balestra no alcanzó a Tanco, aunque admitió que Rosario era “una ciudad adecuada para que permaneciera oculto, ya que era un baluarte del peronismo, sobre todo en las zonas de los barrios obreros”. “La policía que condujo José María Kurtzemann, por esos días, era estructuralmente peronista y actuó en consuno con los Comandos Civiles, de los que nunca participé”.

Por unos mini segundos quedé mudo ante la última de sus afirmaciones, formuladas sin que se le preguntara sobre el tema y de inmediato vinieron a mi memoria las palabras de un historiador que afirmó en el restaurante de Entre Ríos y Urquiza, junto a sus pares, y “off the record” que “sí había actuado con ellos”. Era la palabra de un historiador –familiar de un presidente rosarino que ocupó la primera magistratura por sólo tres días- contra la de Balestra, en el marco de la habitual reunión semanal de análisis de episodios históricos de la Argentina, obviamente café de por medio.

Nuevamente se escuchó el golpeteo de la puerta del despacho y se produjo la aparición de la cara casi descompuesta y preocupada de la secretaria. “No se ponga nerviosa... ya estamos terminando”, concluyó Balestra. “En mis momentos de pasión yo justifiqué el fusilamiento de Valle porque nosotros, los antiperonistas, no teníamos simpatía con la estructura militar en sí misma. La gente confundió la estructura militar necesaria con el militarismo que es una deformación”, concluyó Balestra mientras se levantaba de su cómoda poltrona y me acompañaba a la puerta.
Lic. Ricardo Marconi

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