domingo, 21 de septiembre de 2008

Tribuna Introspecciones - El espacio de Ricardo Marconi

LOS ROSARINOS SOMOS CHISMOSOS Y LOS PERIODISTAS DE ESPECTÁCULOS CANÍBALES SOCIALES

La atmósfera de su consultorio es de semipenumbra y ella acostumbra a asistirse sólo de la luz de una lámpara y de su carpeta de páginas listas para aceptar que les intercalen otras entre ellas, como si recibieran cada cuarenta y cinco minutos a alguien más para compartir sus secretos escritos como sólo saben hacerlo los psiquiatras: con trazos ininteligibles para el común de la gente.

Experiencias felices o traumáticas volcadas con alegría o profunda congoja, pero necesitadas de ser escuchadas, de dejar de ser un cúmulo de sentimientos bañados de soledad que necesitan ser transformados en respuestas razonadas y esperanzadoras, que ayudan a enfrentar los próximos segundos, minutos, horas, días de nuestra existencia o quizás hasta la mismísima muerte.

Ella sabe que una porción importante de nuestros diálogos interpersonales son pura y simplemente un intercambio de chismes, esto es puntualmente comentarios o referencias que le hacen sobre la vida de una o varias personas ante determinadas situaciones, muchas veces con o sin un fundamento real pero sin intención constructiva.

No necesariamente esos comentarios para la doctora Estela Brisar implican una crítica, ya que puede ser un comentario sobre la vida de una persona o de una actividad.

Me incorporo para pensar la primera de mis preguntas y me mira extrañada. Le parece casi ilógico que un periodista se pare precipitadamente para preguntar, para pensar la pregunta, la necesidad de saber sobre cual sería el perfil psicológico de una persona chismosa.

Y ella responde sin dudar, con esa voz tenue pero precisa que tiene. Allí me entero que el perfil variará según la estructura de la personalidad chismosa y también que si nosotros lo pensamos desde una lectura de Freud, debemos remitirnos a tres configuraciones: neurótica, psicótica o perversa.

Las consecuencias son las mismas, es decir que en el caso de un neurótico, el chisme es utilizado como un elemento defensivo o dicho en otros términos habla del otro para no hablar de sí mismo y piensa en los problemas ajenos para no analizar los propios.

En el caso de los sicóticos el chisme es intento de conexión con el otro, mientras que en el chismoso perverso no hay intención de lograr un beneficio, sino la de simplemente dañar al otro.

La respuesta me satisface, me tranquiliza y me hace pensar en cuestión de nanosegundos si soy un neurótico, un sicótico o un perverso...recapacito y me niego a mi mismo ser un chismoso y me siento nuevamente para tranquilidad de mi entrevistada.

La consulto sobre si el chismoso tiene el objetivo previo de dañar al otro o la decisión surge espontáneamente. Y la respuesta, un vez más, no se hace esperar. Muchas veces en una personalidad perversa, o en la que se manifiesta un trastorno de personalidad, se da un manejo psicopático o manipulador. Puede haber una intencionalidad previa, esto es dañar al otro, u obtener un beneficio a través del chisme. O lograr un pacer significativo al hurgar en la personalidad del otro, enterarse de lo que le pasa al prójimo o hablar con terceros de lo que le sucede al otro. Es decir el placer mismo es “una especie de beneficio buscado”.



Fue entonces que me pregunté y le pregunté si podríamos decir que somos chismosos sociales.
Inclinó la cabeza sin decir palabra-entendí que me decía que si, que somos chismosos sociales-, y acotó que el chisme está incorporado a nuestra cultura, que no es un mecanismo que cuestionemos y que si nos encontramos con el caso de un chismoso dañino o perverso, puede ser que lo rechacemos, evitemos, critiquemos o hasta lo marginemos, aunque en general optamos por aceptarlo, como están aceptadas determinadas costumbres o formas de vida.

Se acomoda el vestido, entrecruza las piernas, acomoda sus papeles meticulosamente ordenados y en un tono analítico agrega que quizás, en algunas poblaciones urbanas, se perdió en parte la modalidad del chisme, debido a que no es la misma vida que se tiene en un barrio, en el que la manifestación social se hacía sentándose en la vereda, a cierta hora y con una silla para charlar con las vecinas. El chisme allí corría con más fuerza, me dice y yo imagino, no sé por qué razón, un arroyo que corre con fuerza, desgastando rocas lisas y resbaladizas por el moho. Hoy, los departamentos hacen que vivamos encerrados, preocupados sólo de nosotros y conociendo el mundo exterior que nos venden, a través de los medios de comunicación, a los que apelamos para conocer a los otros, utilizando a un tercero de intermediario.

Me aclara mi interlocutora que no necesariamente ser chismoso es un síntoma de falta de vida interior. Incluso está el periodista que utiliza el chisme para vivir y habla más de lo ajeno que de sí mismo.

“Estamos –argumenta la doctora Brisar-, ante una sociedad donde, lamentablemente, muchas perversiones se han legalizado. Uno habla, a veces, individualmente de la sintomatología de determinado sujeto, del incumplimiento de la ley, como algo enfermo, como algo perverso y, paralelamente, queremos legalizar un montón de conductas corruptas.”


“En ese sentido prosigue- el chisme entra un poco en lo mismo. Así como se vende pornografía, o un espectáculo al estilo Gran Hermano, se vende un chisme. Se legaliza, en definitiva, algo del orden de lo patológico. Es más, los productores de los programas como el que mencioné, utilizan al concursante que sufre una patología, como el narcotraficante utiliza al drogadicto”.

Entrecruza sus manos la psiquiatra como si se pasara entre ellas crema suavizante y mientras lo hace relaciona el chisme y la envidia. “A veces -apunta-, se toma como objeto del chisme a alguien que por algún motivo puede ser envidiado u objeto de idealización en algún aspecto”.
Aprovecha la pregunta y entrelaza su respuesta con la relación chisme-hipocresía y se despacha con un “necesariamente”. “El chisme –afirma- siempre es algo que se habla a escondidas. Se chusmea sobre alguien que no está y cuando éste pasa junto a los chismosos, el saludo de los mismos es una sonrisa amable”.

Y ya que relacionaba el chisme con la hipocresía, aprovechó para hacer lo propio con la relación ser culto-ser chismoso. Lo negó y aclaró las razones de ello.

Precisó que la educación pasa por un nivel racional y cognitivo, mientras que el chisme tiene más que ver con elementos del inconsciente. Es muy frecuente el chisme con contenido sexual, esto es alguien tiene o no sexo con una o más personas o si alguien traiciona a su marido o viceversa. En esos casos lo que juega, a nivel no conciente es estar en el lugar del otro. El que transmite o inventa el chisme, muchas veces en realidad lo que está planteando es algo que él no puede concretar. Es una forma de realizar, a través de una fantasía, sus propios deseos en lugar del protagonista. Eso no tiene que ver, en lo absoluto, con la formación cultural.

Le pregunté en broma, sonriéndome, si las mujeres son más chismosas que los hombres, pero me respondió con seriedad. “en cierto contexto sí. Hoy las mujeres se reúnen solas en los supermercados, en los bares y dan riendas sueltas a sus ganas de chusmear. Es una actividad más femenina que masculina. No cuesta mucho advertir que en los ambientes de trabajo de los hombres, el chisme no es un elemento extraño, pero si es más limitada su aplicación.

De tanto hojear libros de antropología se me ocurrió la pregunta. Quería saber si los chismosos son caníbales sociales.

La doctor Brisar ensayó una respuesta en la que relacionó al caníbal con el periodista de espectáculos. “Si pensamos en el que está viviendo del chisme y lo hace perversamente, si puede se considerado un caníbal social”.


El chisme hace daño por el deterioro que produce, en primer lugar, en las propias personas que lo llevan adelante y en segundo término provocan un deterioro de las relaciones interpersonales y sociales. El ambiente hostil que se crea hace surgir un caldo de cultivo de vicios que deterioran profundamente, todos ellos derivados de la injusticia., que socava el entramado social y hace difícil el crecimiento espiritual de las personas que forman parte de la sociedad.

La chismografía tiene una intención moral y la murmuración, en el sentido que el vulgo asigna a esta palabra, suele referirse a escándalos personales, a aquellos que los ingleses calificaban de ocurrencia.

Los chismes sirven así, para preservar un orden moral un tanto rígido en el bloque femenino de cualquier sociedad, ya que someten las acciones individuales más ínfimas “ a un riguroso, implacable y fascinante escrutinio”. [1]

Tigre y Fox, estiman que los chismes introducen a las mujeres en un sistema de valores compartido, a cuyo mantenimiento propenden y los utilizan como si cumplieran una función profiláctica como lo hace el poker entre los hombres. Refuerzan las mujeres con el chisme su sistema de relaciones sociales, con el cual se sienten identificadas y, fundamentalmente, regulan su conducta.

Los antropólogos sociales han expuesto una serie de teorías acerca de la función ritual del chismorreo, a lo que atañe a la formación de los grupos in u out.

Los chismes son en definitiva- según esos estudiosos- un intercambio de informaciones que afianzan las prácticas de los círculos “in” y sirven, fundamentalmente para que las chismosas acumulen suna enciclopedia y sólida confianza en sí mismas. [2]

Al tema de la chismografía, al que sólo sobrevolamos de manera “rasante” y a modo de presentación de la cuestión, sólo nos resta agregar que la conducta del chisme va en detrimento de la convivencia social, tanto en el ámbito individual como grupal y el incremento de tal conducta parece generar, promover y complicar mayores problemas sociales, comunitarios, morales y psicológicos.

[1] El hombre: Animal Imperial Lionel Tiger y Robin Fox, vapítulo 7, Pág. 275. Emecé Editores. 1971
[2] Íbidem. Pág. 274.-

Lic. Ricardo Marconi
rimar990@hotmail.com

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