domingo, 21 de septiembre de 2008

Buenos Aires, 30 de octubre de 1972

Carta del Mayor Alberte al Gral. Perón. “Le advierte que no están dadas las condiciones para su retorno”

Bernardo Alberte

Juan Domingo Perón
Sr. General Juan D. Perón Madrid

Estimado General: He recibido el encargo de compañeros de las O.P.R.(Organizaciones Peronistas Revolucionarias) de hacerle llegar a Ud. el pensamiento de esas organizaciones respecto de la situación que se plantea actualmente en el país y el Movimiento y lo hago complacido, por cuanto ello me permite retomar un contacto, por este medio, que nunca había perdido a través del trabajo que continuamos desarrollando después de haber dejado de ser conducción del Movimiento. Todos los sectores políticos del país están actualmente conmocionados y convulsionados por la coyuntura electoral planteada por la dictadura y, ante la perentoriedad de los plazos impuestos por ella, necesariamente se van poniendo en evidencia los elementos ocultos que caracterizan la trampa de la camarilla militar cuyo objetivo fue integrar el Peronismo al sistema con la finalidad de crear un gobierno favorable al continuismo. El fracaso de la "Operación Paladino" (engendro del no menos pernicioso Remorino), no ha significado, de ninguna manera, que la dictadura militar haya perdido la batalla, puesto que dispone aún de medios y de fuerzas importantes que se fueron consolidando mientras los sectores burocráticos y burgueses del Movimiento practicaban a través de aquella conducción táctica traidora, oportunista e incapaz la política del "coqueteo" con los mandos militares, hecho que siempre denunciaron los sectores revolucionarios del Peronismo. La política del diálogo se transformó así en la estrategia de la conciliación y del acuerdo, dejando de constituirse en una exigencia táctica para convertirse en toda una filosofía claudicante, basada en una situación nacional ficticia; inventando, además, un Perón dispuesto a diseminar la semilla del conformismo; descreyendo de las propias fuerzas del Movimiento Peronista y de la importancia de la organización revolucionaria; soslayando permanentemente la necesidad de explicitar un plan operativo revolucionario que planteara correcta y concretamente toda una estrategia de poder y jugando todo a la buena voluntad de los factores y de los centros de poder ante quienes hicieron repugnantes exhibiciones de mansedumbre y de acatamiento a las que siempre respondieron con agravios o silencios altaneros y despectivos. La índole tramposa de las elecciones que se prepara está dada en todos los pasos de la dictadura militar. La Ley Electoral establece una serie de normas con esa clara intención. Por una parte se crea un sistema de burla a las mayorías: plazo perentorio para concretar alianzas; segunda ronda, en la que podrán intervenir hasta cuatro fórmulas (nada menos!) en nuevas composiciones, con lo que se da margen al gobierno para enhebrar nuevas maniobras, fomentando el espíritu del "arreglo". Por otra parte se implanta el sistema de la proporcionalidad (bajo la modalidad D’Hont) para la elección de diputados, tendiendo al fraccionamiento partidario con el objeto de quebrantar la voluntad de las mayorías, dificultando su espontánea asociación. Se trata de crear un gobierno que prosiga la obra del actual y que no se interese demasiado en verificar cómo se han producido las cosas. Pero aunque no prevaleciera la maniobra oficial; si pasando por encima de los ardides tramados, la reforma de la Constitución, las proscripciones indirectas, la Ley Electoral, triunfara un gobierno no dispuesto a no mantener la línea continuista la trampa lo espera. Se ha denunciado la existencia de un acta secreta que establece pautas a la que deberá ajustarse el futuro gobierno, al mismo tiempo que se trata que este sea lo más débil y condicionado posible y sujeto a todas las alternativas de un proceso que por su naturaleza ha de ser sumamente difícil y que la actual camarilla militar pretende manejar a través de sus personeros uniformados que ya han empezado a ocupar los puestos clave. En estas condiciones el gobierno que surgirá de semejante parodia no tendría solidez ninguna. Por eso actualmente el Pueblo comprende que si debe elegir, no solamente debe elegir Presidente, sino también Comandante en Jefe, no sólo diputados, sino que también se hace necesario que participe en la elección de los generales del pueblo. Pero estos ya han sido elegidos de antemano y no son del pueblo, sino que están al servicio de la oligarquía y del imperialismo. La masacre reciente de Trelew muestra todo este panorama con gran claridad. El régimen que trata de constituir un gobierno destinado a consolidar la vieja estructura contra la voluntad nacional y el interés concreto de los sectores populares, manteniendo la ficción de las formas democráticas, se ve obligado a mostrar su verdadera máscara. No hay posibilidad alguna de gobernar determinando el empobrecimiento del Pueblo y la colonización del país sin ejercer simultáneamente la dictadura. Por eso el carácter crecientemente dictatorial del régimen y las formas bárbaras que cada vez asume más la represión. Las denuncias de nuestros prisioneros de guerra, si no fueran suficientes los fusilamientos, los asesinatos, los secuestros, etc., causan escalofríos y el mundo entero observa con preocupación la ferocidad implantada en la Argentina por las FF.AA. desde el gobierno, contra sus opositores políticos y especialmente contra los militantes revolucionarios del Peronismo. Los últimos discursos de Lanusse revelan no sólo que es incapaz de mantener la calma y la mesura en sus expresiones, por lo que le cabe a él como a sus antecesores, la pregunta de ¿quién lo metió en este oficio de la política, tan alejado del arma de caballería?, sino muy especialmente todo un espíritu gorila que mantuvo lo suficientemente oculto como para engañar a muchos ingenuos, aun a aquellos que no olvidaron que en 1951, en la revolución del Gral. Menéndez, a él le correspondía la misión de asesinar a Perón en la Puerta N° 4 de Campo de Mayo, cuando la traspusiera el 28 de septiembre para acudir a un acto en esa guarnición militar. Esta es una característica objetiva de la situación política imperante en la Argentina. Por ello es increíble observar con qué superficialidad e irresponsabilidad se está planificando todo un operativo para trasladar de lugar el Comando Estratégico del Movimiento; concretamente el operativo "retorno". Cualquiera que medianamente razone puede suponer que los peronistas estamos todos locos o que somos todos imbéciles. En realidad la explicación no es tan simple. Si bien es cierto que el trasvasamiento generacional ha tenido resultados importantes. Que la Coordinadora de Juventud ha asumido su papel con eficacia dentro de la conducción del Peronismo influenciando la conducción política que ejerce el compañero Cámpora para el bien del Movimiento, han aparecido aquí, con motivo del "retorno", expresamente, todas las limitaciones que caracterizan el carácter burocrático de la conducción táctica actual y que aparentemente estaban siendo superadas. Basta con leer la lista del posible pasaje que acompañaría a Perón en su regreso, para darse cuenta que todo esto no es serio, pero que tampoco es gracioso, en razón de las trágicas consecuencias que pueden derivarse de un viaje así concebido. Este pasaje se caracteriza, más que por la heterogeneidad de los personajes, por la truculenta y tenebrosa carga de intereses, de apetitos y de especulaciones que se tejen y se entrelazan aprovechando una figura como la del líder de las masas obreras argentinas al que se le cree "embozalado" en razón de una claudicación que quieren ver y que les permitirá repartirse el botín cuando desaparezca voluntaria o forzosamente en la escena. Si es como para imaginarse el espectáculo del viaje de ida con todos estos personajes, cuchicheándose al oído sus planes, por parejas, eventualmente por grupitos, para impedir que la reacción de la ingenuidad de un Bonavena o de un Pascualito Pérez de un puñetazo los lance por la ventanilla al medio del océano, al sorprender las intenciones de toda esa delincuencia política, salvo alguna que otra honrosa excepción. Pero los revolucionarios militantes peronistas y no peronistas creen en Perón. Perón no puede venir a pactar con el enemigo del Pueblo y de la clase trabajadora, entregar el Movimiento y retirarse luego del país, abandonando la lucha en la que estamos empeñados, desertando de esa lucha para cuya victoria final lo necesitamos, en razón de ser el elemento movilizador de las masas, característica cualitativa del líder que no puede ser reemplazada ni superada en esta etapa de la guerra. Por ello nosotros, integrantes de la tendencia revolucionaria del Peronismo, en nuestra prédica política planteamos siempre los siguientes interrogantes y respuestas: 1. ¿No fueron suficientes 18 años de persecuciones, de represión feroz, torturas, encarcelamientos, secuestros, desapariciones, Conintes, fusilamientos, profanaciones y vejámenes a nuestros líderes y a nuestros símbolos, hambreamiento, desocupación, miseria y entrega para comprender que no puede creerse para nada en los fusiladores, los torturadores, los secuestradores, los carceleros, los represores, los explotadores del Pueblo, los entregadores? 2. ¿O se creyó acaso que en este momento culminante de la historia y de la lucha por la liberación nacional, cuando la clase obrera y la juventud toman conciencia de su función social y de su papel histórico, que la oligarquía y el imperialismo han de resignar por motivaciones de conciencia las situaciones de privilegio y de poder que usufructúan? 3. ¿O lo que es peor de todo esto, es que acaso se creyó que Perón como por arte de magia podía llegar al país, dispuesto a transar con la dictadura militar para aplacar el rebaño que ya comienza a mostrar los dientes como consecuencia de la injusticia y de la explotación a que es sometido? Ese Perón conciliador y entregado no existe y es una posibilidad irreal y arbitraria, creación de la infamia oligárquica. Perón no puede venir a pacificar al país sino después de la destrucción del enemigo; él vendrá para potenciar las luchas de la clase obrera y demás sectores populares en contra de la oligarquía. En la formación de esa imagen de Perón hay cómplices dentro del Movimiento: algunos por inmadurez y otros por estar demasiado maduros de tanto chapotear el barro del sistema. Tampoco podrá volver Perón por el simple deseo del dirigentismo burocrático y burgués; tampoco como consecuencia de declaraciones tremendistas de esas que tanto se postulan en los días de fiesta o en alguna fecha del calendario peronista, ni aun por el simple deseo de 10 millones de peronistas, de los que cada uno se imagina que el resto saldrá a la calle para recibir a su líder y como consecuencia de ello sumarse después a la gran manifestación triunfal. Es muy común comprobar en estos casos, y sobre todo cuando los tanques están apuntando, que las cifras se inviertan y que donde debían haber millones hayan unos pocos. El "insurreccionalismo" no tiene cabida cuando enfrente hay fuerzas represivas dispuestas a matar. Y podemos asegurar que capitanes Sosa y tenientes Bravo hay por centenares. Sólo Perón podrá volver como consecuencia del desarrollo cotidiano y en profundidad de una política revolucionaria que esté caracterizada por una teoría revolucionaria correcta, por objetivos estratégicos y planes operativos concretos y por la consolidación de un aparato político-militar que conduzca y encuadre a las fuerzas con unidad de acción y de concepción . Pero todo esto no existe. Y cuando hacemos esta crítica no perseguimos la destrucción de hombres o de dirigentes de una burocracia pactista o acuerdista para reemplazarla por otra superviolenta o tremendista. Ambas son perniciosas y la última no dice en virtud de qué proceso y por qué mecanismos la acción de grupos dispersos ha de transformarse en el triunfo final del movimiento de masas. Además la crítica a la burocracia de turno suele oscurecer la crítica de la burocracia como sistema de conducción; lo que hay que cambiar no es el equipo burocrático de turno sino los métodos. Porque hace años vemos aparecer dirigentes que luego se esfuman en su propia insignificancia; las que permanecen in cambiadas son las prácticas, el estilo de conducción, los sistemas internos de promoción, la visión de la política frente al régimen. En este sentido debemos recalcar que nosotros consideramos que La Hora del Pueblo, el FRE.CI.L1.NA, el Documento de los 10 puntos, etc. son respuestas de Perón a las distintas etapas del engendro lanusiano, el G.A.N. Es decir son respuestas coyunturales, tácticas, insertas dentro de una estrategia que tiende a dar el poder al pueblo. Y así, como respuesta táctica, debe considerárselo, lo mismo que la exhortación pacifista del líder cuando plantea el elemento que crea todas las contradicciones: su retorno. Y cuando así lo hace no es, como algunos dirigentes creen, que Perón ha aceptado las reglas del juego de la dictadura. La falta de vocación revolucionaria de estos dirigentes les hace interpretar que con su resolución coyuntural, Perón consagra como estrategia del Movimiento sus entrevistas sigilosas con los espadones de turno o sus coqueteos con los factores de poder. Para ellos la pacificación deja de ser una exigencia táctica, una instancia transitoria que como toda contingencia en la guerra, planteada en forma de tregua tiende a ganar tiempo para permitir agrupar y preparar fuerzas para la decisión final, para transformarse en toda una filosofía basada en una situación ficticia creada por una imaginación claudicante que termina siempre en exhibiciones repugnantes de mansedumbre y acatamiento ante los figurones castrenses. Es que la estrategia del Peronismo no debe ser otra que la de la guerra popular prolongada; la que no transa con el régimen y plantea la destrucción del sistema para imponer la construcción nacional del socialismo; la que toma como punto de referencia fundamental a las masas y sus reivindicaciones no sólo inmediatas sino históricas y la que plantea ante la actual coyuntura: Sin Perón no hay elección.

Sólo el Pueblo en el poder traerá a Perón.

La que considera que la elección es una trampa y que salvar la coyuntura electoral desde el punto de vista revolucionario no significa utilizar el recurso de omisión, haciendo mutis o desensillando hasta que aclare y menos apoyar aunque sea tangencialmente la salida electoral. Para el peronista revolucionario salvar la coyuntura electoral significa profundizar la tarea (que de estar más avanzada no tendríamos tantos problemas), esclareciendo el papel de Perón y su apoyo al movimiento revolucionario del pueblo, a través de la instrumentación del ejército popular. Por eso consideramos que el único camino que dará el poder al pueblo y romperá definitivamente la dependencia de la Nación sólo puede andarse al organizarse las bases en todos los niveles, entendiendo niveles tanto los sectores y planos de actividad (barrial, fabril, estudiantil, etc.) como las formas de lucha, porque es evidente que el pueblo debe organizarse para responder a la violencia reaccionaria con la justa violencia del pueblo. Ya lo dijo la compañera Evita, tal vez profetizando sobre la etapa que ahora nos toca vivir: "la violencia en manos del Pueblo deja de ser violencia para transformarse en justicia". Hemos querido, compañero General Perón, expresar nosotros también nuestra opinión con este informe debiendo Ud. aceptar que el mismo está avalado por miles de compañeros que militan en el Movimiento no "politiqueando" sino enfrentando día a día a una represión que cada vez es más feroz y que ya nos ha cobrado la vida de muchos valiosos compañeros. Su mejor homenaje a ellos es atender su voz y considerar su pensamiento. Ellos le envían junto con el mío su más afectuoso saludo. Hasta la victoria final. Caiga quien caiga y cueste lo que cueste venceremos.

Bernardo Alberte

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