Rosario, diciembre de 2008
Tribuna Introspecciones
Del Licenciado Ricardo Marconi
Caricatura sonriente del presidente electo
de Estados Unidos Bara Obama
herencia de Jorge W.
NO DIGA QUE NO SE LO DIJE (I Parte)
NO DIGA QUE NO SE LO DIJE (I Parte)
El hombre cazador no debe ser un personaje distante para quienes estamos vivos en el 2008. Todavía sigue siéndolo, aunque ahora vive domesticado, apiñado y cada vez más confundido en una cárcel segundo a segundo más contaminada: el planeta Tierra.
Se ha dejado impresionar por las estructuras sociales y políticas que ha llamado civilizaciones y por un crecimiento cuantitativo que se aproxima a los 10 mil millones de seres humanos, el que indefectiblemente nos llevará en el futuro a una situación de colapso.
Seguimos programados para cazar y para sobrevivir en un mundo de acechadores porque continuamos montados según el modelo primate, montaje que fue ajustado y reajustados en innumeras oportunidades durante setenta millones de años antes que nos desprendiéramos de nuestro orden zoológico como seres distintos.
Nuestra herencia abarca los millones de años de vida de un primate cazador que, desde hace muy poco tiempo cuenta con un cerebro capaz de crear símbolos. Sin embargo, cuando nos sentimos impotentes ante la guerra, la violencia terrorista y civil, las denuncias sobre contaminación ambiental de nuestra atmósfera y de nuestros ríos, la decadencia y la sordidez crecientes en nuestras ciudades y captamos la inexorable naturaleza del problema racial y los prejuicios religiosos, así como cuando damos la espalda al espectáculo cada vez más espantoso que nos ofrecemos a nosotros mismos, sólo apelamos a las mentiras y coartadas que nos brinda nuestro intelecto.
A los fríos ojos de la naturaleza no somos más que una especie en apuros, situación que debe obligarnos a seguir adaptándonos de manera permanentemente para no dejar de ser, ya que somos la primera especie que tiene a su favor el poder suficiente para gravitar en su propia supervivencia y esto se logra de una sola manera: tomando conciencia de lo que somos como especie y actuando en función de especie y en benéfico de ésta.
La guerra, consecuencia de la relación hombre-a-hombre es casi tan biológico y cultural como los pensamientos amorosos y los actos sexuales. El hombre desarrolló aptitudes para la guerra, pero también y paralelamente lo hizo respecto de una técnica especial para controlar los choque personales y las discrepancias entre los grupos en pequeña escala.
Hoy por hoy – y aquí ingresamos al meollo de esta introspección- esa técnica a la que hacíamos referencia se diluye progresivamente ante el avance de un pensamiento avasallante para la presente generación de políticos y asesores militares: la guerra es un recurso legítimo de la práctica política.
Poco se ha hecho en los últimos miles de años a favor de la tolerancia mutua. Por el contrario sí se ha avanzado en el desarrollo de armas para matar cada vez más limpiamente y a mayor distancia para evitar hacer desaparecer al otro estando frente a él en un enfrentamiento cara a cara. El hombre no ha logrado o no ha querido poner límites a su poder ni a su sordo anhelo de conquista, aunque implique para lograrlo, pisar el cuerpo exánime de su oponente.
El triunfo de Obama, en Estados Unidos, implicaría una serie de cambios en la planificación estratégica de las hipótesis intervencionistas que tienden a prever la necesidad de proteger la seguridad nacional del territorio norteamericano. Y entre las preguntas a responder en ese sentido una es prioritaria: ¿cuentan los Estados Unidos con una estrategia adecuada para librar una guerra contra el terrorismo internacional, los países del Medio Oriente, Afganistán o Irán, entre otros conflictos aún no resueltos? Sin sufrir colapsos. La repuesta es no.
El triunfo de Obama, en Estados Unidos, implicaría una serie de cambios en la planificación estratégica de las hipótesis intervencionistas que tienden a prever la necesidad de proteger la seguridad nacional del territorio norteamericano. Y entre las preguntas a responder en ese sentido una es prioritaria: ¿cuentan los Estados Unidos con una estrategia adecuada para librar una guerra contra el terrorismo internacional, los países del Medio Oriente, Afganistán o Irán, entre otros conflictos aún no resueltos? Sin sufrir colapsos. La repuesta es no.
Según operadores de las áreas de inteligencia nacional Estados Unidos exhibe una lamentable orfandad en materia estratégica. No es casualidad que Obama decidió que el primer informe que debía recibir de la gestión saliente era el de los generales del Pentágono y de los funcionarios de la CIA, impelida por las circunstancias a reclutar agentes por medio de avisos en los diarios.
El futuro presidente de EE.UU. escuchó un informe de quienes hasta el presente tuvieron la tarea de anticipar dónde y en qué circunstancias las fuerzas armadas norteamericanas pueden ser requeridas mañana en un futuro cercano y arbitrar los armamentos y tácticas adecuados a tal fin. Precisamente, en este aspecto de la estrategia es donde los líderes militares fallaron estrepitosamente.
El futuro presidente de EE.UU. escuchó un informe de quienes hasta el presente tuvieron la tarea de anticipar dónde y en qué circunstancias las fuerzas armadas norteamericanas pueden ser requeridas mañana en un futuro cercano y arbitrar los armamentos y tácticas adecuados a tal fin. Precisamente, en este aspecto de la estrategia es donde los líderes militares fallaron estrepitosamente.
La tecnología moderna arrasó con las teorías de estrategia terrestre de Clausewitz, de las referidas al mar, de Mahan de las que luego englobó a las dos aludidas: la aérea de Dohuet.
Las nuevas combinaciones entre sistemas de armas dejaron de lado casi todo lo aprendido con estrategias que impliquen armas convencionales y para ejemplificar lo que decimos apelamos a palabras de Bernard Brodie, quien decía que “la debilidad de tipo estratégico es, ni más ni menos, la razón básica que explica los reveses bélicos norteamericanos en los pasados años”.
El tema da para más, para mucho más, pero lo proseguimos en otra de nuestras Introspecciones, mientras tanto no diga que yo se lo dije. -
Primera parte, de tres
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