viernes, 19 de diciembre de 2008

Rosario, diciembre de 2008

Tribuna Introspecciones
Del Licenciado Ricardo Marconi


La guerra de las galaxias es mas
real de lo que pensamos


Obama no dudaría en convertirse en Jedi

para "defender al imperio"

NO DIGA QUE NO SE LO DIJE (II PARTE)

En la primera parte de esta introspección que nos ocupa nos preguntamos si Estados Unidos contaba hoy por hoy con una estrategia adecuada para librar una guerra contra el terrorismo internacional, los países del Medio Oriente, Afganistán e Irán, entre otros conflictos intervencionistas, aún no resueltos sin sufrir colapsos. La repuesta fue un no rotundo.

Y por esta razón Barak Obama decidió conformar un equipo que le asegure la tranquilidad necesaria en el territorio de su país en una primera etapa y luego, en una segunda fase, atacar la problemática de las guerras fuera de sus fronteras.

Sin duda, por ello, confirmó la presencia en el gabinete del actual secretario de Defensa Robert Gates, maestro de espías, del que apuntaremos algunos datos posteriormente, mientras que se pueden ir preparando hasta tanto asumen de lleno sus responsabilidades la futura secretaria de Seguridad Nacional Janet Napolitano; James Jones, un militar retirado y ex comandante de la OTAN, como consejero de Seguridad Nacional, mientras que el negro y abogado Eric Holder, se hará cargo de la Secretaría de Justicia.

Obama, luego de escuchar un primer informe de sus cúpulas militares , de la CIA y el FBI, intuyo, tiene claro que el control del mar es un punto de suma importancia, teniendo en cuenta que los especialistas saben con certeza que los misiles balísticos intercontinentales (ICBM), emplazados en tierra y en puntos fijos, destinados a intimidar al enemigo o a responder ataques están agonizando.

El reconocimiento satelital y nuevos sistemas de defensa posibilitan destruir casi cualquier objeto inmóvil una vez detectado. Dicho esto, el lector comprenderá la razón por la cual los asesores de Obama quieren mantener su capacidad de bombardeo estratégico en submarinos y barcos en movimiento, ideales para arrojar misiles de tipo crucero y balísticos.

Sin embargo debemos dejar algo claro: la marina norteamericana, para cumplir con esos objetivos, debe asegurarse el control efectivo de las grandes rutas oceánicas a través de portaviones, submarinos nucleares “durmientes”, barcos escolta, destructores, aviones de patrullaje continuado y minado de puertos.

La batalla en las llanuras

Si se trata, en cambio, de un campo de batalla en las llanuras, montes o junglas, el control marítimo deberá tomar otras características, en la que la primera prioridad será el asalto anfibio, con la cobertura paralela de otras tácticas: bloqueo, parachoques sucesivos y defensa de puntos estratégicos.

El bloqueo tiende a lograr que el enemigo llegue desde sus bases lejanas para atacar y debe estar armado basándose en barcos, aviones de ataque rápido. La táctica de parachoques presenta ventajas, debido a que el enemigo deberá pasara través de una serie de puntos geográficos de choque, o lugares con roce inevitables a medida que el enemigo abandone el Pacífico para ingresar en el territorio asiático y europeo, lo que lo hará vulnerable a la sofisticada tecnología de detección norteamericana.

Estados Unidos, en sus guerras con países islámicos ha utilizado el mecanismo denominada defensa de un punto que se refiere a concentrar su línea defensiva en sus propias naves, con el apoyo de los misiles, cañones y dispositivos electrónicos pensados para confundir y engañar los proyectiles y misiles enemigos.

Este mecanismo lo utilizó Inglaterra contra Argentina y los resultados nos eximen de mayores comentarios.

En cambio, los yanquis tiene claro que el método de bloqueo contra China, los restos de la Unión Soviética y Corea del Sur, resultaría impracticable. Deberán confiar en sus luchas de parachoques y de concentración en un foco. Lo contrario sucede con países enemigos del Tercer Mundo. Allí recurrirían al bloque sin dudar.

Entiende el autor de esta introspección que en un futuro cercano las dimensiones de los portaviones deberá ser reemplazada por maniobrabilidad y velocidad, a lo que se deberá sumar el rendimiento de los misiles. Ganarán espacio de lucha los aviones de ascenso vertical, como los utilizados por los ingleses en Malvinas.

Obama y la metamorfosis

Barack Obama, en el campo militar deberá optar por la decisión de iniciar una metamorfosis que implique sacarse la piel supra-dimensional y cambiarla por un concepto sofisticado en lo electrónico, con armas de campo livianas y precisas, aún en las sombras de la noche de países remotos donde de tanto en tanto surgen estallidos bélicos de corte terrorista o étnico-religioso.
En esos lugares el apoyo anfibio de tamaño pequeño, rápido, conformado por brigada silenciosas, lentas y seguras será el mecanismo a utilizar. A ello se debe unir el reconocimiento previo de origen satelital que posibilita destruir objetos inmóviles.


Misil balístico SM-3 - Obama mantendrá
a sus misiles relucientes y listos...
Armas en el espacio

La latente posibilidad de un ataque masivo y sorpresivo de Corea del Sur con media docena ojivas nucleares terminó con el sueño de Reagan de “la Guerra de las Galaxias”, fundada en 1983 y que consistía en instalar armas en el espacio para lidiar con una amenaza ya disipada: La Unión Soviética.

Su aplicación hubiera significado la aplicación de plataformas orbitales con láser, satélites provistos de misiles y todo armamento adicional que permitiera eliminar, en su trayectoria, a misiles nucleares invasores. Los memoriosos recordarán que la Unión Soviética, en el momento del anuncio yanqui señalaban que el nuevo sueño reganiano destruía todo sustento de disuasión, sino que, a demás, tentaría a los norteamericanos a arriesgar un ataque masivo y las disputas en torno a la SDI, iniciales en inglés de la Guerra de las Galaxias arruinaron la cumbre de 1986 en Reykjavik, Islandia, dirigida a concretar recortes en el armamento nuclear en el planeta. La desactivación de la cumbre aludida, sin embargo, dejó sus enseñanzas: George Bush optó por descartar la Guerra de las Galaxias y aplicar en su lugar un reducido programa de Protección global contra Ataques Limitados.

Aviadores argentinos contra las computadoras

El sol está cayendo sobre el Atlántico de aquel 4 de mayo de 1982. Imprevistamente, un jet Súper Etendard de la Armada Argentina, que venía volando a ras del oleaje toma altura.
Su piloto observa unas seis docenas de puntos en la pantalla de su radar: la flota británica. Uno de esos puntos se destaca con amplitud sobre los otros y está a unos 50 kilómetros del avión argentino. Se trata del Sheffield, un barco especializado en lucha antiaérea que se encuentra en la posición de piquete de radar, o sea más avanzado que el resto de la flota en misión de vigilancia.
El Súper- Etendard, adquirido por un militar argentino en Francia, mediante una operación secreta tiene todo lo que debía poseer en ese entonces un aparato moderno: excelente cédula técnica, buen motor y un equipamiento militar adaptado a su misión, con un sistema de navegación asombrosamente precisa. Y un calculador que permitía al piloto conocer en todo momento su posición exacta con un margen mínimo de error de 100 metros en el plano horizontal. Su radar Agave, era capaz de detectar naves a 150 kilómetros e distancia y entre su armamento se hallaba lo decisivo para esa misión: el AM-39, un misil francés de la familia denominada Exocet.

Con serenidad y precisión, en segundos el piloto argentino seleccionó al Sheffield y al instante su ubicación fue detallada en coordenadas, distancia y velocidad. El avión se hallaba a sólo 40 kilómetros del blanco elegido cuando el aviador pulsó el botón de “puesta a fuego”.
El misil parte y el piloto vira para bajar nuevamente a resguardarse al abrigo del agua salada del mar que lo salpicaba con su oleaje. El trabajo para el piloto había terminado y sólo le queda esperar -mientras regresa a su base- que el enemigo capte muy tardíamente el disparo y no pueda repeler la agresión ya autónoma del misil enviado, del tipo “haga fuego y olvídese”.
El AM-39 lanzado al blanco que se ha metido en su memoria y su radio-altímetro, esto es el Sea Skimming ( a ras del mar), que le permite gobernar con exactitud el nivel de vuelo sobre las olas. A 10 kilómetros de su objetivo el misil pasa automáticamente a su segunda fase: la autodirigida. Allí comienza a gobernar un radar perseguidor que lo ubica en ruta, explora en distancia y dirección mientras establece la nueva ubicación del blanco y, una vez re-detectado, dirige el AM-39 con precisión cruel.
A todo esto, a bordo del Sheffield, el radar de vigilancia aérea pudo detectar claramente la aparición y desaparición del Súper –Etendard, y los sistemas auditivos descubrieron, además, la emisión del radar del avión argentino en el momento en que localizó el blanco. Pero el AM-39 no fue detectado hasta último momento, cuando estaba sólo a 5 kilómetros de la nave británica.
El alerta se manifestó de inmediato en el barco pero ya era tarde: el AM-39 avanzaba a 1000 km/hora y sólo estaba a 12 segundos del impacto. Sólo un anti-misil lo podría haber frenado, pero el Sheffield no lo tenía.

El misil: un enemigo a considerar

Estados Unidos para el 2009 tendrá que considerar un nuevo teatro de operaciones en el que la propulsión es el ítem a considerar. Muchos de ellos tienen uno o más motores cohetes que actúan en función de la pólvora. Tal fue el caso de la familia Exocet y hay otros que se movilizan por los denominados estatorreactores, un tipo especial de reactor que no incluye órganos móviles. Eso sí, tienen una contra: tardan decenas de segundos para alcanzar su régimen pleno. Pero en compensación tienen junto a los turbo mayor autonomía de vuelo: una hora contra pocos minutos de los que funcionan a pólvora, a la vez que son menos detectables porque emiten menos rayos infrarrojos.
Otro detalle que se considera en el ámbito de las estrategias defensivas-ofensivas es el de la existencia de un blanco transhorizontal -situado al otro lado del horizonte- que debe tener en cuenta a un objetivo ubicado en un terreno que debe ser considerado en función de la curvatura terrestre.

El otro lado del mostrador

En este análisis estratégico debemos considerar obligadamente el mundo ubicado frente al de la ofensiva: el de la contraofensiva, o sea el que aplicarán aquellos que deberán neutralizar el poder destructivo de los misiles.
Digamos en primera instancia que hay dos tipos de organizar contraofensivas. Una de ellas es la pasiva, que tiene por objeto suministrar información sobre las medidas tomadas por el adversario y – según las señales que deben detectar- reciben diferentes denominaciones.

Las contraofensivas activas buscan impedir que el adversario cumplan con su objetivo y funcionan sobre la base de una interferencia ofensiva, que debe librarse contra radares de conducción de tiro utilizando energía cinética con la que se intentará legar a varias decenas de kilómetros por segundo.

Así llegamos a un nuevo punto a considerar: la interceptación del enemigo en la base de lanzamiento, tema de la tercera parte de nuestro trabajo. -
Parte 2 de 3

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