miércoles, 27 de mayo de 2009

Industriales anti industrialistas, otra anomalía argentina

Adam Smith, padre del liberalismo económico
Autor Julio Sevares

A poco de ascender a su cargo como directivo de la Unión Industrial Argentina, el directivo de la Fiat, Cristiano Rattazzi, criticó el modelo macroeconómico imperante en los últimos años y la estrategia del “vivir con lo nuestro”, abogó por la vuelta del liberalismo económico y recomendó un entendimiento entre la UIA y otras organizaciones empresarias, entre ellas algunas que consideran la industria como una excrecencia indeseable incubada por la distorsiva intervención estatal.

Estas declaraciones generaron una saludable réplica de algunos de sus pares industriales, concientes de los beneficios del modelo imperante desde hace un quinquenio.

Para entender las posiciones de unos y otros hay que considerar algunos numeritos.

En el período 2003-2008 la economía tuvo el crecimiento más elevado de la historia moderna argentina, basado en el incremento de la inversión, pero también del consumo. Este modelo permitió la recuperación del desastre causado por la convertibilidad que Rattazzi y otros industriales apoyaron y siguen reivindicando.

Fue un modelo –rescatando la feliz expresión de Aldo Ferrer- de vivir con lo nuestro, por el simple hecho de que no hubo financiamiento externo y el crecimiento se financió con ahorro interno -surgido de la repatriación de capitales fugados en períodos anteriores-, con las extraordinarias ganancias empresarias y con la recuperación del consumo interno.

En este período también se mantuvieron los superávit comercial y fiscal, se redujo el endeudamiento externo en relación al PBI y a las exportaciones y aumentaron las reservas.

Cabe recordar que la convertibilidad acumuló déficit fiscal, deuda externa y perdió reservas.

El modelo no produjo, como machaconamente se firma, un aislamiento de la Argentina del mercado mundial, sino todo lo contrario: la apertura de la economía, medida por la relación entre comercio exterior (expo+impo) en relación al PBI aumentó y es mayor que la de los gloriosos y aperturistas noventa. Esta relación pasó del 23% en 1999 a más del 27% en 2008 (Fuente: Fide. Coyuntura y Desarrollo 322.

Mientras durante el período liberal o neo liberal, como se prefiera, la economía creció poco hasta desplomarse y se desindustrializó, en el período 2003-2008 el PBI creció cerca del 9% anual promedio, el PBI industrial creció 9,5% promedio, por encima del PBI total y del PBI Agricultura, ganadería, caza silvicultura, que aumentó un 4,7%, menos de la mitad de la industria. (En 2008, el PBI de la industria manufacturera creció sólo un 5% y el agropecuario cayó un 1,6%).

Es decir que, como ya hemos expuesto en esta columna, contradiciendo el discurso campero, en el período de crecimiento más elevado de la historia moderna argentina, el aporte de la industria al crecimiento fue mayor que el del agro.

Esto se verifica también en el sector externo. Entre 2003 y 2008 las exportaciones de Manufacturas de Origen Industrial aumentaron un 180%, las de Manufacturas de Origen Agropecuario 138% y las de Productos Primarios 153%. Ese año las MOI llegaron un valor similar al de la MOA (22.000 millones de dólares contra 23.700). (Fuente CEI de Cancillería).

Si bien las exportaciones industriales aumentaron, las importaciones lo hicieron a un ritmo mayor por lo cual el balance de divisas de la industria (que fue positivo en el pozo de la crisis, en 2002 y 2003) volvió a ser negativo y el déficit aumentó progresivamente hasta 2008. Sin embargo el déficit del balance de divisas industrial fue menor que el de los años noventa, incluyendo los años de caída de la actividad a partir de 1998. En 2007 el déficit del balance de divisas fue el 7771,5 millones de dólares, equivalentes al 64% del sufrido en 1997 (Fuente: Fide. Coyuntura y Desarrollo 322).En el período señalado la industria creció y mejoró su balance de divisas gracias, en primer lugar, al modelo de tipo de cambio competitivo. Hay una polémica sobre si el tipo de cambio sigue siendo competitivo o no ahora, pero es otro tema.Volviendo a la quejosa industria automotriz. En el período 2004-2008, las exportaciones de la industria automotriz crecieron más que las del complejo sojero. Las expo de harinas, pellets, aceite y porotos de soja aumentaron un 117%. Las de vehículos y cajas de cambio para vehículos, un 230%. Las de vehículos solamente, un 260%.

A pesar de los altísimos precios de la soja, empujados en buena medida por la especulación financiera, en 2008, las exportaciones de vehículos y cajas de cambio equivalieron al 90% de las exportaciones de poroto de soja. (No hay que dejar de recordar en este contexto que el grado de industrialización de las expo sigue siendo bajo y que el principal rubro de exportación del país sigue siendo residuos de la industria alimenticia, aunque alguien me dijo esto se debe en parte a que los exportadores hacen pasar por residuos (pellets) lo que en realidad es poroto o aceite, algo para que investigue el Gobierno) (Fuente CEI). La excelente perfomance de la industria automotriz no se debe sólo a su competitividad sino a las condiciones excepcionales que disfruta a otros sectores, y que no tienen nada que ver con la receta liberal.

En primer lugar tiene un nivel de protección más alto que el resto, disponiendo de un mercado semicautivo en relación a la competencia extra Mercosur. Igual que en la denostada sustitución de importaciones, ¿Qué tal?.Por otra parte, se desenvuelve en el marco excepcional del régimen automotriz que regula la producción y el comercio automotriz Argentina-Brasil.

El régimen automotriz comenzó a diagramarse en el cuadro del Programa de Integración Comercial Argentina Brasil (PICAB) negociado a la vuelta de la democracia por Alfonsín y Sarney y consolidado en el Mercosur.

El régimen establece cuotas para el comercio exterior entre las partes establece requisitos de integración nacional para cada parte. Si no hubiera sido por este acuerdo la industria local (no nacional, ya que es de propietarios extranjeros) habría sufrido la avalancha demoledora de la local brasileña (también de propietarios extranjeros, a la sazón, casi los mismos que los residentes en la Argentina). Es decir, el régimen es básicamente un acuerdo intra corporaciones transnacionales bajo el paraguas de los estados. Además de evitar los traumas que la competencia puede generar en las empresas (como se sabe la competencia es algo muy bueno para que la sufran los otros), tiene también el propósito de preservar lo que queda de nacional de la industria de autopartes local.

Reiterando, para los señores liberales, la industria automotriz Argentina-Brasil vive en el marco de la intervención estatal y la negociación inter corporaciones, con muy poco de libre mercado.

Para finalizar, la propuesta de un “industrial” de asociarse con entidades anti industriales no es novedosa. Forma parte de la anomalía argentina, en la cual los industriales apoyaron sistemáticamente gobiernos y políticas anti industriales, un fenómeno que me parece corresponde más al campo de la sociología que al del cálculo económico, por la persistencia del campo como fuente de valor simbólico y por la irrefrenable fascinación que ejerce, a través de las edades la que Sarmiento llamara la aristocracia con olor a bosta de vaca. Aunque esa “aristocracia” ahora tiene más olor a fragoteo político, evasión impositiva y otras yerbas poco vinculadas a las pobres vacas y a la producción.

Esta anomalía persistente, oxímoron que domina la historia argentina, la encontramos reflejada, precisamente, en un libro fundamental para comprender la conducta industrial: “Empresarios del Pasado. La Unión Industrial Argentina”, de Jorge Schvarzer, escrito en los ochenta. Refiriéndose a la continuidad de la composición societaria de la UIA a través del tiempo, Schvarzer explica: “Esa continuidad social explica, en buena medida, la presencia de otros rasgos no menos sorprendentes en una entidad industrial; en particular, su aprobación de ciertas estrategias dominantes que difícilmente puedan considerarse “industrialistas”, sus silencios en torno de temas claves para el desarrollo y consolidación del sector fabril y sus alianzas gremiales y políticas con fuerzas escasamente proclives a la industrialización nacional” (Página 246).

Es decir, no tenemos nada nuevo bajo el persistente sol otoñal argentino.


Fuente: http://weblogs.clarin.com/i-desarrollo/archives/2009/04/industriales-anti-industrialistas-otra-anomalia-argentina.html

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