lunes, 4 de mayo de 2009

Rosario, marzo de 2009

Tribuna Introspecciones de Ricardo Marconi

EL TEMOR DE RESBALAR HACIA LA GUERRA TERMONUCLEAR (Parte II)
En el primero de los análisis encarados sobre la posibilidad de caer al abismo de una guerra nuclear hicimos hincapié en la necesidad, al menos, de crear controles internacionales para no traspasar la posibilidad de la generación de una guerra convencional, o en última instancia, de una guerra nuclear limitada.

Al momento de escribirse este comentario, Polonia está siendo presionada por Estados unidos para que posibilite, en su territorio, la instalación de las bases militares que pretenden hacer realidad una barrera antimisiles para contener ataques desde el este de ese país.

¿Qué pretende Obama con la instalación de esa barrera?. Nada más ni nada menos que interceptar, -en la fase de lanzamiento-, satélites colocados en órbitas muy bajas, que disparen cohetes desde posiciones diversas.

Así, un cohete podría ser disparado en las cercanías de un misil que levanta vuelo y luego lanzar un vehículo que podría ser guiado por censores y aceleradores para que logre una colisión frontal con el misil.

Para lograr este objetivo, se debe conformar un escudo mínimo de 20.000 cohetes en órbita, a bordo de centenares de satélites que están al alcance de los sitios de lanzamiento del enemigo en todo momento, a los efectos de lograr evitar un ataque masivo.

Para lograr la interceptación en un punto medio, las baterías localizadas en tierra deberán ser disparadas a la atmósfera superior y cada cohete tendrá que ser utilizado para lanzar un enjambre de las denominadas “balas inteligentes” que son impulsadas para golpear a las cabezas explosivas y a los “cebos” enemigos en el espacio.

Aquí vale apuntar que las balas inteligentes son disparadas desde aparatos denominados “cañones con vías”, instalados en una órbita estable. Los cañones utilizan un “chorro” de corriente eléctrica para que sirva de acelerador a lo largo de la vía.

Uno de los enigmas que aún no está totalmente esclarecido es el de determinar cuantos enjambres de proyectiles inteligentes se precisan para alcanzar las cabezas explosivas sin discriminación.

La defensa para rastrear cabezas explosivas se habría encarado tomando en cuenta que las mismas calentadas y frenadas por la fricción de la atmósfera en el regreso al objetivo, podrían ser rastreadas por un radar en tierra o en el espacio. Así, serían alcanzadas por cohetes interceptores o balas disparadas por la fragmentación de bombas.

El Pentágono planeó gastar todo su presupuesto de 1986 en detectores y sistemas de batalla – 11.6 millones de dólares- mientras que presupuestó para fabricación de armas 11.8 millones de la misma moneda. Dicho organismo entendía -y lo sigue haciendo- que los detectores son fundamentales para encontrar los blancos en primer instancia y apuntar hacia ellos desde miles de kilómetros en el espacio. Los detectores, además, deben devolver la instantánea respuesta si han logrado su objetivo con la correspondiente enunciación de los blancos alcanzados. De esta manera una “estación de conflicto en combate” no tiene necesidad de desperdiciar segundos en apuntar un láser a un misil ya destruido.

Análisis de ciencia-ficción


Sólo los que siguen a los autores de ciencia-ficción, se verán menos sorprendidos cuando lean a través de estas líneas que las computadoras deberán rastrear decenas de miles de objetos que se moverán a alta velocidad; analizar instantáneamente miles de millones de trozos de información de los detectores y de las plataformas de armas y determinar qué armas disparar, cuándo hacerlo y contra qué blancos, antes entrar en acción con un contraataque.

Una fuente de quien esto escribe señaló que en el estudio original de la SDI, como se llamó al escudo antimisiles que nos ocupa, que el programa debe prever para concretarse, el control sobre 50 millones de eliminaciones de errores, antes que pueda encontrarse en condiciones de combate. Obviamente, las computadoras tienen que trabajar en un entorno nuclear y deben ser protegidas ante la probabilidad de una agresión con radiaciones, a los efectos de que siga manteniendo el mando a través del control de las comunicaciones. Y en algunos casos, a lo dicho, hay que agregar que algunas de esas computadoras deben estar en el espacio.

Fuera de control humano

Los analistas militares que participan de programas de los medios de comunicación y los estados, mediante sus oficinas de información, no dicen que, al final, la respuesta defensiva estará fuera del control humano, ya que sería activada por computadora antes de que los comandantes de las fuerzas militares sepan que el combate se ha iniciado.

La pregunta que surge, inevitablemente es: ¿Qué hará el enemigo, sin importar el bando a que pertenezca?.



La respuesta es clara: tomará contramedidas. Y una de ellas, se nos ocurre como básica: multiplicar la cantidad de fuerzas de ataque, en la esperanza de superar a las del agresor. No es casualidad entonces que los rusos, los chinos y los norcoreanos, intenten cuadruplicar el número de cabezas explosivas listas para ser enviadas al enemigo.
La guerra de las Galaxias

Con el nombre de “la guerra de las galaxias”, Estados Unidos quiso dar oportunamente el primer paso para establece su escudo en Europa y los soviéticos respondieron con la construcción de misiles crucero que no podrían ser detectados debido a su vuelo a baja altura relativa. Ello obligó a los norteamericanos a reforzar las defensas aéreas, a los fines de poder precisar al enemigo en los intervalos entre disparo y disparo, mediante la dotación de motores de cohetes más poderosos y endureciendo su blindaje, de modo de lograr soportar un viaje más veloz en la atmósfera.

Las fuentes antes mencionadas, también hicieron notar que los misiles podrían girar como las balas de los rifles, de modo que el láser o los chorros de partículas no pudiesen quedar fijos en un lugar y ofrecer, de este modo, una superficie reflectora para rechazar los rayos.

Finalmente, debemos señalar que las fuerzas militares que intenten enfrentar el escudo podrán atacarlo directamente. Los satélites en órbita son mucho más fáciles de rastrear y destruir que los misiles o cabezas explosivas con “minas espaciales” que exploten ante las cercanías de un satélite enemigo, destruyéndolo, o un contra satélite que descargaría una nube de balas capaces de perforar el acero a velocidades orbitales, las que incluso tendrían entre sus componentes arena destinada a poner en mal esto los espejos de rayo láser.

Lo que sí queda claro, llegados a este punto que: los estados beligerantes ingresarán en un territorio de destrucción total o casi total, debido a la aplicación perenne de medidas y contramedidas”.



Un arsenal nuclear a la deriva

Hay un país islámico del que aún no opinamos: Pakistán, con sus 160 millones de habitantes inmersos en una de las peores crisis de su historia, ya que sus gobernantes son incapaces de poner freno a los militantes radicales.

En nuestra próxima introspección nos referiremos al tema. -
Fin Parte 2

No hay comentarios: