viernes, 8 de agosto de 2008



SI EVITA VIVIERA….


Por Luis Ortolani Saavedra

¡Si Evita viviera, sería montonera! gritaban, entusiastas, muchas chicas y muchachos, que en los primero años setenta tenían alrededor de veinte.

Quizás hoy, los sobrevivientes de aquellos militantes, diezmados por la tortura, la desaparición, la muerte, el exilio y la traición, llorarán, quizás, con las mismas lágrimas de dolor que lloraban sus padres y sus abuelos aquel 26 de julio de 1952, del cual se cumplirán el próximo sábado 56 años.

Mientras ella agonizaba, manos anónimas escribían en las paredes “¡¡Viva el cáncer!!”. Eran los ascendientes de quienes en la madrugada del jueves pasado cantaban el himno y gritaban ¡Viva Cobos!

Julio Cleto Cobos, el hombre que con mayor facilidad cambia de partido, el que se ha probado ya el traje, por si el golpe institucional continúa su marcha, es el equivalente Siglo XXI de aquel cáncer de mediados del XX.

Cristina Fernández y Eva Perón son dos figuras con muchas diferencias, pero comparten, además de su origen político, algo definitorio: el odio de las clases dominantes y de amplias capas de la clase media que se identifican con los que están más arriba y esperan a ser como ellos.

La oligarquía, que algunos sesudos pensadores como la doctora Elisa Carrió, dan por desaparecida, sigue siendo la principal propietaria de las mejores tierras de la pampa húmeda.
Desde hace más de un siglo están en manos de las mismas 35 familias, entre las que se destacan apellidos ilustres como Anchorena, Santamarina, Alzaga Unzué y otros.

La mayoría de estos patricios, cuyos campos exceden las 20.000 hectáreas, los agrandaron durante los 90, a costa de los 104.000 chacareros que perdieron los suyos.

De esta élite forman también parte, seis sociedades anónimas, a las cuales también están vinculadas, en buena medida, las viejas familias. Por ejemplo la encabezada por la familia Fortabat, en cuya estancia se cerraron los detalles para el golpe de Onganía. (ver en Página 12 del 13 julio ‘Los gordos de 20.000 hectáreas’, por David Cufré)

Más recientemente, surgieron los famosos pools de siembra, en los que se entremezclan los capitales de la oligarquía y de los fondos de inversión multinacionales que andan buscando oportunidades en el agronegocio y los combustibles, tras la caída estrepitosa de las hipotecas estadounidenses.

Los hombres y mujeres que integran las sucesivas generaciones de este patriciado que aplaudió a Juan Carlos Onganía y Carlos Saúl Menem, que abucheó a Alfonsín, que puso un Martínez de Hoz a liquidar el patrimonio nacional, los que esperaron la votación del Congreso con sus ropas Cardón o Lamartina, en la concentración de Palermo, odiaron y odian a Eva Perón y a Cristina Fernández.

Los proyectos de ambos peronismos son bastante diferentes, como también diferentes los tiempos y las sociedades en que les tocó desarrollarse.

Aquel fue un nacionalismo burgués que se propuso y llevó adelante un importante grado de reformas, con la Constitución del 49, las leyes sociales, el estatuto del peón rural, el IAPI, el desarrollo industrial y otras medidas.

El actual es apenas un tímido neodesarrollismo, que intentó mejorar un tanto la distribución de la riqueza y unirse a otros países sudamericanos, para formar un bloque con relativa independencia política.

Sin embargo, algunos ligeros toques al bolsillo fueron suficientes para generar odios y rencores. La inoportunidad y torpeza política con que se manejó el gobierno al lanzar la resolución 125, les permitió a los viejos propietarios de la tierra, encontrar su infantería y su caballería blindada, en los antiguos chacareros, transformados en una clase media en ascenso, por su adhesión al modelo sojero y las fabulosas rentas que genera.

Pero el gobierno de Néstor Kirchner, a pesar de numerosos aciertos, también fue criticado y resistido y fue dejando en la estela de su camino hacia adelante, más allá de su victoria electoral, errores, materias pendientes, traidores agazapados, que harían eclosión en la segunda etapa, presidida por su esposa.

La figura de una mujer en la Casa Rosada despertó el mismo odio y desprecio clasista y machista, que había despertado otra mujer a la vera del presidente.

Los peores epítetos circularon por correos electrónicos, se escribieron en pancartas, en las rutas tomadas para desabastecer al pueblo y mucha de la prensa, casi unánimemente agrupada en torno a los sojeros soliviantados, se hizo eco de algunos de ellos, dándoles forma de broma para no ser demasiado chocantes.

Allí terminan, por ahora, las similitudes. Cristina Fernández perteneció a un sector de clase media modesto, pero con los suficientes recursos para recibirse de abogada. Tuvo una infancia presuntamente feliz y cursó la escuela secundaria en un colegio religioso.

Eva Perón, sufrió desde muy pequeña el desprecio y las humillaciones de todo el mundo, por ser lo que en aquel entonces se denominaba, en los papeles oficiales, hija adulterina, el producto de las relaciones extramatrimoniales del estanciero Juan Duarte y de Juana Ibarguren, de humilde origen campesino.

No pudo siquiera llorar la muerte de su padre, ya que la llamada familia legítima impidió el ingreso al velatorio de Ibarguren y de sus cinco hijos, de los cuales, la futura Evita era la menor, nacida el 7 de mayo de 1919 en el poblado de Los Toldos, así llamado porque estaba dentro de lo que fueron las tolderías del cacique mapuche Coliqueo, de cuyas tierras se apoderaron, casi en su totalidad, hombres como Juan Duarte.

Hay discusiones entre los historiadores acerca de su partida de nacimiento, que habría sido alterada por orden de la propia Evita cuando ésta era ya la esposa del Presidente Juan Domingo Perón, también anotado como hijo ilegítimo.

Pero estos detalles son para el entretenimiento de la academia. Lo que vale aquí rescatar es la humildad del origen, la situación de humillación por la doble relación del estanciero y las brutales ofensas recibidas en plena infancia.

Cuando ya frente a la seguridad de la muerte, dicta, en su última agonía el libro “Mi mensaje” a modo de testamento político, imprime unas frases que la pintan de cuerpo entero:
“Pero si Dios me llevase del mundo antes que a Perón yo quiero quedarme con él y con mi pueblo, y mi corazón y mi cariño y mi alma y mi fanatismo seguirán en ellos, seguirán viviendo en ellos haciendo todo el bien que falta, dándoles todo el amor que no les pude dar en los años de mi vida, y encendiendo en sus almas todos los días el fuego de mi fanatismo que me quema y me consume como una sed amarga e infinita.

“Yo estaré con ellos para que sigan adelante por el camino abierto de la justicia y de la libertad hasta que llegue el día maravilloso de los pueblos. Yo estaré con ellos peleando en contra de todo lo que no sea pueblo puro, en contra de todo lo que no sea la ‘ignominiosa’ raza de los pueblos.
“Yo estaré con ellos, con Perón y con mi Pueblo, para pelear contra la oligarquía vendepatria y farsante, contra la raza maldita de los explotadores y de los mercaderes de los pueblos. Dios es testigo de mi sinceridad; y él sabe que me consume el amor de mi raza que es el pueblo. Todo lo que se opone al pueblo me indigna hasta los límites extremos de mi rebeldía y de mis odios”.
Es indudable que estas frases le nacen desde el fondo de su infancia humillada y sintetizan la última etapa de su corta vida, aquella en que se convirtió de Eva Duarte en señora de Perón y Primera Dama del país, para la furia de los oligarcas y para alegría de los humildes que la llamaron, para siempre, Evita.

“Momento de memoria”, columna emitida en Hipótesis, de LT 8, Radio Rosario, el domingo 20 de julio de 2008.

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